¿Qué puede enseñar el BDSM a los juegos de rol?

Imagen cabecera. Muestra a una mujer de los años 20 con un látigo y un cartel que dice "rolea dungeonero".
Bienvenidos a Diario Silvano, el blog de rol. Al habla Angelo. Habéis leído perfectamente el título. Está semana vamos a hablar de las medidas de seguridad en el BDSM para luego compararlas con las del mundo rolero. ¿Serán mejores o peores? ¿Tendremos que aprender los roleros algo de ellos? ¿Estás dispuesto a que tu director de juego sea tu amo del calabozo? ¡Mucho texto!


Algunas ediciones debidas a comentarios sobre al artículo. Disculpen las molestias.

Antecedentes

Los habituales del blog comenzarán a detectar un patrón. Un día… vi un tuit de Twitter sobre la promoción de las medidas de seguridad en el rol. Más exactamente, un documento sobre medidas de seguridad en DriveThrurpg. Compartía una imagen que era un formulario de consentimiento de contenidos. El primer pensamiento que tuve fue: «joder, si parece que los juegos de rol son más peligrosos que el BDSM. Es que han hecho un formulario de consentimiento informado como en ciertos tratamientos médicos». Aquí es donde los engranajes de mi cabeza empezaron a funcionar. Me preguntaba qué medidas de seguridad tendrían estas prácticas y cómo sería compararlas con el medio rolero.

No os voy a engañar. Cómo veremos en las conclusiones, mi primera impresión del documento de DriveThrurpg cambió cuando lo leí. Pero oye, que la realidad no te arruine un titular sensacionalista. También tengo que confesar que no soy un practicante del BDSM, por lo que el conocimiento que tengo es de haberme documentado para escribir este texto. Si cometo algún error ofensivo, estaré dispuesto con gusto a rectificar. Al final pondré una lista de las fuentes que usé.

El consentimiento y la historia reciente del BDSM

Por conveniencia del guión tenemos que empezar hablando brevemente de la historia del BDSM. Obviamente, al igual que otras actividades, su historia podría retrotraerse hasta el principio de los tiempos donde la edad antigua ya era antigua. Pero nosotros nos limitaremos a la de la cultura del cuero.

Como muchas cosas de la actualidad, el germen es la Segunda Guerra Mundial. Para muchos estadounidenses esta era una lucha de ideales y para otros una sangría en tierra extranjera. Pero también a la vez era la primera vez que salían de sus pequeñas comunidades, la primera vez que estaban únicamente rodeados de hombres y, para muchos, el despertar sexual del que estaban conformes. Efectivamente, una guerra permitió a muchos jóvenes homosexuales descubrir que no estaban solos en el mundo. Dentro de este clima peligroso y jerárquico nacerían las primeras comunidades BDSM de Estados Unidos.

Cuando llegó la paz seguirían reuniéndose, pero como es lógico por la época, en la clandestinidad. Dicen que estas primeras comunidades tenían unas normas muy estrictas. Eran entornos estrictamente gays donde no estaba permitida ni la heterosexualidad ni las mujeres. Incluso estaba prohibido el intercambio de roles entre dominante y pasivo, pero dice una fuente que lo probable es que mirasen para otro lado si lo hacían en la comunidad de otra ciudad…

La primera aproximación al consentimiento de «La vieja guardia» fue la del metaconsenso. También llamado «no consentimiento consensuado» vendría a ser que el dominante haga lo que quiera que el sumiso sabía a lo que ha venido… (dicho de forma bruta, vaya). Esta era una aproximación tolerable para unas personas que habían vivido en un entorno oprimido como el ejército y peligroso como una guerra. El tiempo no pasó en balde y las generaciones que vivieron en la paz cambiaron las perspectivas de la afición: se abrió a otras orientaciones sexuales/géneros, los roles son intercambiables y la voluntad del sumiso es lo único que importa.

Con el matiz que contaré más adelante.

La cultura de seguridad en el BDSM

Con la llegada de la nueva guardia la mentalidad cambió. Estás prácticas son intensas, pero también tienen que ser seguras. Las palabras clave son sensato [en el original por error usé el false friend de sane], seguro y consensuado. Dentro de la ficción la figura de la persona dominante es prominente, sin embargo la persona que siempre tendrá el poder es la sumisa. Ella es la que se expone a un riesgo, pero lo hace porque quiere que sea placentero de forma no convencional y no porque acepte ser dañada simplemente.

Este punto es clave entenderlo ya que a pesar de la «teatralización»  [utilizo esta palabra para explicar a alguien ajeno al mundo del BDSM la diferencia entre el maltrato real  y éste, no por rebajar de alguna forma la práctica o por decir que es falsa] más o menos intensa desde la negativa en el acto a un «contrato de sumisión»,  estas prácticas no encubren ni toleran un comportamiento maltratador. De hecho una figura que puede darse es la del tutor o mentor, que es una persona dominante que introduce a otra sumisa en el mundo. Además de guía para descubrir su sexualidad en este mundo también educa a la persona en las tres palabras clave citadas anteriormente. Es decir, le enseña a que ella es quien tiene realmente el control, a que debe tener comunicación con la dominante y a seleccionar a una persona adecuada a sus necesidades.

Como es obvio, esta actividad se basa en una relación de mucha confianza. La comunicación es clave para saber dónde están los límites y cuáles son los gustos de la otra persona. La confianza es obligatoria ya que hay prácticas que pueden dejar muy expuesta a la persona sumisa. Por otra parte, la comunicación también va a permitir establecer los códigos durante el acto. Parte de la gracia es la «teatralización» de una tortura o una dominación, por lo que en este contexto la negativa es un refuerzo erótico.

Hay unos cuantos protocolos que se pueden seguir, pero aquí reseñaremos el de las palabras de seguridad. La que se llama propiamente con ese término es una palabra consensuada para indicar que se para. También estaría el semáforo, que en algunas fuentes también se le llama también palabra de seguridad. [corrección hecha tras recibir una sana crítica en los comentarios] Son tres palabras consensuadas por los participantes que se activan cuando se llega a una indeseada situación incómoda. La primera sería el código verde, que es que todo está bien para el caso de que hubiera una duda. Código amarillo, que es que está incómoda pero deja a la persona dominante resolver la situación a su criterio. La tercera sería el código rojo, que es parar completamente la sesión porque ha dejado de ser un juego [correcciones tras una mejor documentación].
Habría otra variante que diferencia un código rojo del negro. El código rojosería que necesita parar a descansar por haberse sentido mal. El código negro en cambio sería que es parar completamente la sesión porque ha dejado de ser un juego.
La contraparte de seguridad de la persona dominante vendría a ser a tener cuidado y gestionar a las personas sumisas obsesivas. Es decir, una persona que necesita constantemente ser colmada de atención hasta unos niveles tóxicos.

Señor… ¿Cuándo hablamos de rol?

Llegado a este punto creo que algún lector pensará que «esto es una fumada», por lo que quiero darle las gracias por ser tan majo (tú sabes que me refiero a tí). No obstante, ya que uno de los debates recurrentes en el mundo rolero es la seguridad en las partidas (ahora matizaré esto) creo que es de utilidad comparar ambas aficiones, sus métodos y peculiaridades.

Desde mi humilde opinión, creo que ambas actividades parten de presupuestos totalmente diferentes. El BDSM comprende directamente una serie de actividades que son peligrosas. Desde atar con cuerdas hasta asfixias controladas (por no entrar en los más hardcore). Las humillaciones y otros juegos psicológicos también son parte de la rutina. En cambio, los juegos de rol de mesa son una actividad vainilla comparado con lo anterior. El daño físico directamente no se contempla, aunque podría darse el emocional. En el plano teórico es una actividad donde su contenido abarca el mismo espectro que comprende la ficción (no voy a meterme en el debate de qué géneros son más frecuentes). Al igual que una película puede pretender impactar pero acaba haciendo daño, o no pretende nada pero no es apto para una persona en concreto por sus vivencias personales. Otro punto de conflicto es que las acciones de un participante acaben menoscabando a otro ya sea de forma deliberada o no.

A pesar de ser actividades tan diferentes, en realidad se regulan por los mismos principios. Todas las actividades humanas con relaciones interpersonales se rigen por ellos, aunque después su ejecución sea diferente. En síntesis debe primar la seguridad, la confianza y el consenso. Ello implica que en ambas se puedan seguir los mismos procesos:
  • Seleccionar bien a sus participantes.
  • Educar bien a estos.
  • Establecer una buena comunicación
  • Establecer vínculos de confianza.
  • Establecer protocolos.
Si no tenemos una buena compañía, es difícil establecer un buen clima en la mesa. Si no educamos correctamente a los participantes estamos dejando que asuman como normal los grupos abusivos y los directores de juego maltratadores. Si no establecemos comunicación es difícil establecer tanto límites como objetivos o, incluso, hablar los problemas. Si no establecemos vínculos de confianza difícilmente vamos a manifestar nuestro estado o vamos a participar en ciertas actividades. Y si no tenemos protocolos, difícilmente vamos a poder reaccionar cuando haya un problema o directamente éstos van a quedar ocultos.
No entendamos protocolo como algo estilo una gran empresa con un documento por escrito. Es algo más informal como preguntar al final de la sesión como ha ido, la tarjeta X o los códigos.
Fijaros que estos seis puntos van en cascada, es decir, si falla uno es altamente probable que el siguiente también quede viciado. Además, todos son proactivos. Buscan prevenir y prepararse para el futuro. Aunque enumerarlos es fácil, ponerlos en práctica puede ser más difícil ya que debemos lidiar con personas con diferentes personas que son cada una hija de su padre y de su madre.

Más sobre el tema en esta entrada.

La verdad incómoda sobre la seguridad en el rol

Por comentarios anteriores en redes sociales sé cuál va a ser uno de ellos: que todo esto de las medidas de seguridad le parece una exageración y que no entiende que nos ocurre a los que hablamos de esto. Lo peor es que desde su punto de vista subjetivo es que tienen razón. Me explico. Lo más probable es que los procesos descritos anteriormente los sigan de forma natural, por lo que hayan reducido las posibles causas de conflicto al mínimo.

Por otra parte, pondría la mano en el fuego sin ningún género de dudas porque la mayoría de partidas en el mundo rolero no las necesitan (no tengo pruebas, pero tampoco dudas). Vivimos en sociedad. Está tiene unos códigos y normas en base a la cultura y otros factores. Todos tenemos más o menos claro qué contenidos son adecuados para los niños, para todos los públicos, para adultos y el «no convencional». Al igual que no se nos ocurriría poner Robocop a un niño pequeño (aunque éste se las apañe para verla) tampoco se nos ocurriría someter a alguien a contenidos sensibles. Al menos a no ser que no estemos muy centrados (por ser suave), haya un fallo en la comunicación o sea un choque cultural. Esto también reduciría el campo de acción de las medidas de seguridad cuantitativamente.

Pero esta no es la verdad incómoda de la que quería hablar y la razón por la que hemos hablado del BDSM. La verdad incómoda es que en la mayoría de ocasiones en la comunidad hispanohablante no estamos hablando de seguridad en el rol sino sobre el puñetero debate sobre si la tarjeta X sí o no. A saber, solo encontré un honrosa excepción en Carpe Dice (aunque no comparta al 100% las mismas opiniones). Mientras «debatimos» eso no estamos hablando sobre la ética en el rol, no estamos hablando sobre los principios que deben regular las relaciones en la mesa. ¿O acaso alguna vez hemos hablado de empoderar a los jugadores y que son ellos los que tienen el control mientras que el director de juego es una figura para canalizar la actividad? Hasta donde yo sé, es un debate muy secundario. Es cierto que tenemos el concepto de contrato social, pero el debate de la tarjeta X lo pone en un plano secundario.

Sé que no es la verdadera intención de los defensores de la tarjeta X, pero a veces la forma en la que se habla de ella junto a la ausencia de debate expuesta puede mandar mensajes equívocos a novatos y a gente fuera del mundillo. Alguien podría decir que la tarjeta X le salvó la vida, pero por desgracia eso es mentira. Esto fue así debido a que las personas participantes eran de confianza, a que éstas tenían unos valores y a que tenía la confianza de utilizarla en un entorno seguro. Es un conjunto de circunstancias que tiene su trabajo detrás y no convendría invisibilizarlas. Por otra parte, algún amado rolero podría decir que la tarjeta es como los códigos del BDSM. Pero nada más lejos de la realidad. En el sexo no convencional la negativa, la súplica o el rogar su parte del juego propio del mismo. De hecho, hacer caso a éstas palabras es cortar el rollo (y me juego lo que sea que te increpan por parar en pleno placer). ¿En los juegos de rol qué excusa tenemos para decir no o no hablar? Si leemos al mismísimo autor de la tarjeta X (página 13) sobre las razones de usar dicho elemento en contra de otros (por ejemplo, decir los límites) una persona dice algo (jugadora no quiere violencia sexual), hace algo (el personaje de la jugadora acosa sexualmente a un pnj) y en realidad quería otra cosa (que su personaje no sea agredido sexualmente). Pues su razonamiento es… para no cometer malinterpretación es mejor no hablar nada (no lo dice así, pero es la conclusión que yo saco). Uno no puede dejar de levantar la ceja y preguntarse cuándo reducir la comunicación es la mejor solución para cualquier cosa. Al igual que pienso que puede ser ideal para ciertos perfiles de personas con algún trauma, también creo que es contraproducente optar por el camino del silencio por los procesos que hemos visto anteriormente.

No confundir la falta de comunicación con la intimidad o dejar espacio.

Yo puedo comprender que para mucha gente la tarjeta X sea un símbolo sobre la seguridad en mesa, pero es simplemente un método más. Al igual que cualquier método, este se adaptará más o menos al perfil del grupo. Más que debatir sobre herramientas, deberíamos discutir sobre dónde reside el verdadero poder. El debate debería ser sobre cómo empoderar a las jugadoras y jugadores.

La cultura de la seguridad en el rol

Creo firmemente que salvo casos directamente delictivos los contenidos en el rol no suelen ser un problema. Tampoco considero que el metaconsenso de una rama viejuna del BDSM tenga un equivalente en el mundo del rol. En general creo que pocos en su sano juicio les gustaría que una persona sufriera. En definitiva, creo que todos estamos en el mismo barco aunque con diversas perspectivas para afrontar un mismo problema.

Aunque sea como lectura, el documento que dió origen a este artículo es bastante recomendable para orientarse sobre lo que hemos hablado aquí con diferentes estrategias y métodos (con tarjeta X incluida) para tratar el tema del consentimiento en las partidas. La parte del formulario puede parecer excesiva ya que normalmente no solemos comunicarnos de esta forma salvo para procesos muy formalistas. Personalmente pienso se puede conseguir el mismo resultado con uno más simple (como el Arsenic & Lies de The Hills Press) o consultando a los miembros de la mesa mientras tomamos notas (con ese u otro modelo).

A veces he criticado la falta de explicaciones en los manuales sobre cómo jugar a rol y en el campo de la gestión de grupos podríamos decir lo mismo. Espero que este documento sea un primer paso para que tanto en blogs como en editoriales se hable más del tema.

Si quieres ver un ejemplo de suplemento de juego donde el poder en un tema delicado lo tiene el jugador y se le da un uso alternativo a la tajerta X... ¡Consulta «Los sumisos de los siete mares»! Una ambientación Yaoi de piratas para FATE Acelerado. Promoción interesada en ningún lado... Aquí no hacemos eso.

Fuentes

Enlaces a fuentes para contrastar aquí.

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