ADVERTENCIA. Este artículo está clasificado en opinión. Como su propio nombre indica, es la opinión personal del autor. Puede ser discutida o discutible en un marco de respeto y educación. Aunque se ha intentado que sea neutral en cuanto a ideología, tiene un claro posicionamiento político en el cómo se deben resolver los conflictos.
Te lo resumo así no más
Deber no deben, pero poder sí pueden. Ya has leído la conclusión. Venga, corre. A disfrutar de la vida que son dos días y nos vas a perder el tiempo con tanta tontería.
La versión extendida con DLCs y NG+
Si continuas leyendo es bajo tu propia responsabilidad. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah sí! Expliquemos el hilo que vamos a seguir en este texto. En primer lugar vamos a hablar sobre qué podemos entender por política. Después continuaremos sobre cuál puede ser el problema de hablar de política en general. Para acabar, veremos como se puede presentar la política en los medios en general y en el rol en particular.
Concepto de política
Creo que hay personas que pensarán que hablar sobre el concepto de política es inútil y que lo productivo es discutir directamente la pregunta. Sin embargo, yo pienso que en los debates lo primero que hay que hacer es fijar los conceptos que se van a utilizar. En primer lugar porque ayuda a posicionarse mejor en el debate y saber que se está debatiendo. Es decir, que unos conceptos distintos no arruinen un acuerdo o unan a dos personas que en realidad están en desacuerdo (Ejemplo BURDO: todo el mundo quiere el «bien» pero… ¿Qué es el bien?). En segundo lugar, creo que para el caso que discutimos hablar sobre los posibles conceptos de política nos va a ayudar a visualizar mejor la problemática.
Sin ser un experto en la materia, ni lo pretendo, yo creo que podemos diferenciar cinco conceptos populares de lo que es «política»:
Política como gestión: actividades que gestionan los intereses de la sociedad. No es una definición muy científica pero es ilustrativa. Ya hablemos de una comunidad de vecinos o de un país, las relaciones de una agrupación de personas es complejo. Tratan temas tan vitales como la gestión de recursos, lo que yo debo esperar de una situación o lo que los demás esperan de mí. Ésta comprende desde los grandes valores como la libertad hasta las cosas más cotidianas como la cantidad de mercurio que debe tener una lata de atún… El quién realiza esta actividad y el cómo puede acceder a ella son los grandes motores de la historia de la humanidad. Eso nos lleva al siguiente concepto de política.
Política como profesión: actividades que buscan adquirir o perpetuar el poder. Gestionar los intereses de la sociedad, o tratarla como de tu propiedad, es un gran poder. Es la manzana que todo el mundo quiere comer pero nadie quiere compartir. Los más idealistas hablan de ganar con argumentos mientras que los menos escrupulosos usan la fuerza. La fuerza puede ser un ejercito, la influencia, las alianzas o… la opinión pública. Aún en los ambientes tan pequeños e inicuos como una afición, pueden existir estas luchas de poder.
Política como pacto social: llegar a acuerdos de compromiso y sin recurrir a la violencia. Por desgracia los conflictos existen. Por una parte pueden ser visiones incompatibles de gestionar los intereses de la sociedad y por otras las luchas de poder. O peor aún, son las segundas que se enmascaran con las primeras. El conflicto puede escalar a medidas más drásticas como la violencia. Una vez se desata esta de forma incontrolada el conflicto deriva a un punto de no retorno donde acaba habiendo venganza tras venganza sin un fin visible. El problema es que muchas personas, incluso puede que tú mismo, la justifiquen sin ver el problema. Haya escalado tanto o no el conflicto, se habla de «hacer política» cuando todas las partes son capaces de dialogar para centrarse en gestionar la sociedad de una forma estable por el bien de todo el mundo. Es posible que no satisfaga del todo ni que todas las aspiraciones sean cumplidas, pero es el mal menor frente al gran mal mayor.
Política como producto: marketing puro y duro. Uno de los grandes secretos a voces de la política como gestión es que la mayoría de los asuntos no requieren para nada ni de ideología ni de medidas extraordinarias. Simplemente hay que hacer tu trabajo bien. El tema es que hay que justificar lo hecho, bien o mal, de alguna forma. Unas veces consiste en poner un adorno ideológico a lo que se resolvió con buena gestión. Otras crear la sensación de que hay un problema (o aumentar su magnitud) y que se está resolviendo. Por último… decir de forma rimbombante que se ha tomado una medida cuando fue inútil (o peor, agrava el problema). No hace falta decir que este concepto de política deriva del de lucha de poderes y convierte la gestión pública en un producto que debe satisfacer al cliente a cualquier precio. Por otra parte, como valor para el consumidor, la identidad política es algo que se puede utilizar para vender otros productos.
Política como bronca: peleas estúpidas, sucias y sin frutos entre dos o más bandos. Consecuencia de la política como carrera al poder y como producto está la política como bucle de crispación constante. Defender ciegamente un bando lanzando consignas y deshumanizando al contrario es una forma nefasta de entender la política. Si la sociedad es violenta desemboca en la guerra y si es pacífica en un estado de tensión constante. No se escucha al contrario ni para contestarle debidamente, ni para mejorar los propios argumentos y, menos, para cambiar uno mismo de opinión. Aquí la empatía, ponerse en lugar del otro, brilla por su ausencia. Como el final de «La vaquilla», película de Berlanga, los intereses comunes mueren en estériles batallas mientras los buitres se comen los restos.
Como habréis podido notar por la referencia cinematográfica, es mi opinión sobre la sociedad española.
¿Cuál es el problema con la política?
Cuando se ha planteado el título como «¿Deben de tener los juegos de rol política?» queda de forma implícita que hay algún tipo de problema. ¿Por qué plantearse entonces si debe de tenerla? El vivir en sociedad implica que muchas cosas tenga relación con la política (primer y segundo concepto) pero no son percibidas como tales. Lo irónico es que un tema se percibe como política cuando fue o es un problema. Por ello la cuestión no es tanto la política como el conflicto actual y sus consecuencias.
Podríamos hasta entender que el sexto concepto de política es el conflicto. Por eso cuando se dice, no sin razón, que en todo hay política el mensaje que se puede mandar es erróneo. Es como decir «todo es una guerra, defiéndete hijo de puta». Salvo que en realidad quieras decir eso...
Cuando una persona no quiere hablar de política o pide sacar la política de un ambiente (Ej. Cena navideña) en realidad está diciendo que quiere evitar el conflicto. Tiene otra cosa como prioridad (cenar tranquilo, la familia, etc) o le provoca sufrimiento. Hagamos uso de la empatía: es algo humano evitar el sufrimiento o querer proteger algo. Hay gente que puede desear discutir de política como afición, pero a otras personas les genera sufrimiento y desagrado. Vamos a ser gráficos. Es el equivalente a estar tan tranquilo y que te peguen martillazos en el dedo gordo del pie.
También puede ser que tenga especial gusto por su vida y quiera evitar el linchamiento. ¿Quién voy a ser yo para negar el instinto de supervivencia?
¿Qué es conflictivo? ¿Es para tanto?
Es una cuestión subjetiva que depende del individuo y del contexto social. Si partimos de la base de que podemos hacer referencia a conceptos distintos bajo la palabra «política», estamos hablando de conflictos absolutamente distintos.
En la política como gestión de la sociedad estamos hablando de un tema controvertido que es absolutamente vital para esa persona como para ignorarla. Aquí podemos hablar de vida, igualdad, gasto público, etc.
En la política como profesión estamos hablando de que una persona deja de tener o no una posición de poder. Podemos hablar tanto del directamente beneficiado como de los que se sacan rendimiento.
En la política como producto estamos hablando de esa indignación que produce los falsos méritos, las apariencias y la degradación de los ideales como justificación de una mercancía.
En la política como bronca estamos hablando de la indignación que produce la falta de diálogo, la ausencia de racionalidad y como la prioridad es estar en el fango en lugar de resolver problemas a largo plazo. También, lo que quizás se quiera evitar es meterse directamente en el saco de mierda de la lucha cainita.
La política como consenso no es un problema a no ser que estés en contra del mismo. Por eso no la cuento.
Honestamente creo que habrá muchos lectores que llegados este punto (contando con que sigan leyendo) pensarán que estoy dando demasiadas vueltas al tema cuando todo se puede centrar en la lucha entre la lucha de ideologías y la de poder. Es cierto que hay «mucho texto», pero yo considero que hay tratar de ser sistemático para localizar el problema y no minar posibles puentes de acuerdo. Fijaros como puede cambiar la misma situación interpretada con las distintas ópticas de la política:
- Una persona puede creerse la reencarnación de Cicerón con una argumentación tan brillante que los únicos que no le escuchan son los malvados y los estúpidos.
- Otra persona que lo escuche puede pensar que está vendiendo algo porque ella debe mandar o tener más influencia.
- Una tercera puede pensar que lo que está diciendo es un insulto a la inteligencia ya que está mezclando churras con merinas para justificar una acción.
- Una cuarta puede pensar que en que clase de zulo se cree que nos hemos metido. Ese supuesto hito lleva décadas que se superó y está invisibilizándolo.
- Una quinta puede pensar que te está vendiendo un producto a costa de usar una ideología.
¿Qué queréis que os diga? Las personas somos complicadas y podemos enredar las cosas más de lo que son suponiendo cosas, imaginando lo que piensan los demás o ambas cosas. Peor aún cuando nos creemos más brillantes de lo que somos y proponemos medidas más similares al gobierno de los sabios de Los Simpsons que a acciones realistas (si no queda claro, me incluyo también). Pero no hay que desanimarse, hay que buscar los puentes de diálogo para que el escenario no sea el peor. Que no haya conflictos es algo idílico, nuestra verdadera preocupación debe ser como los gestionamos.
En mi adolescencia escuché una frase que me pareció una genialidad: «Los hombres hablan mucho de dos cosas de las que no tienen ni idea: la política y las mujeres». A 1 de enero de 2021 la frase podemos actualizarla a «Las personas hablan mucho de dos cosas de las que no tienen ni idea: la política y otras personas». Por cierto… El autor de esta entrada se considera persona. Un recordatorio amistoso.
La política en los medios y en el rol
Como resumen de lo anterior podemos decir que aunque en sentido estricto haya cosas que sean política, no son percibidas como tal o no son necesariamente generadoras de un conflicto. Hablar o ver sobre sociedades en abstracto no suele ser un problema a no ser que se manifieste de forma directa o indirecta en un tema de actualidad. No importa que la política sea el objeto principal de la obra (Ej. Tramas de poder o gestión de recursos) o sea accesorio (Ej. El trasfondo social). Incluso hablando deliberadamente de política el tratamiento de la obra puede hacer mucho por ello. Por una parte por tratar con humanidad a la parte contraria y por otra por un enfoque que rebaje la crispación (como sacar a relucir los pros y los contras de todas las partes). Vamos a ser honestos: la política fiscal de Gondor nunca fue un problema.
Hay gente que si tiene problemas con la política fiscal de Gondor pero no con inviernos estúpidamente largos como para abastecerse para ellos… Pero ese es otro tema.
Siempre puede ocurrir que la posición política de una persona sea tan cerrada que quiera prohibir todo lo que no sea de su ideología. Desde mi punto de vista, esa persona realmente tiene un problema si no se trata realmente de uno de los supuestos en los que las democracias no toleran en su seno. En resumen: delitos en general, los de odio en particular y uso de la violencia. Para todo lo demás, independientemente de que nos mole o no, se aplican simplemente las reglas de la libertad de expresión. Si alguien quiere elaborar algo de política que sea polémico tiene plena libertad para ello de igual forma que los demás tienen libertar para consumirlo (o no) o criticarlo. Por la misma razón se tiene también libertad para crear una obra que intente estar alejada de cualquier conflicto (si lo consigue es otra razón). Lo dicho es aplicable tanto a cualquier obra de ficción como a cualquier publicación rolera.
En el mundo de los juegos de rol puede ocurrir perfectamente que unos contenidos sin polémica sean dirigidos con elementos polémicos y viceversa. Pero independientemente de ésto, se debería seguir los principios comentados arriba. Los miembros de la mesa llegan a un acuerdo expreso o tácito de los contenidos que van a jugar. Lo que viene siendo el popular concepto «contrato social» en el rol. Como con otros debates, hay que ser lo suficientemente inteligente para adaptarse a las circunstancias de cada mesa. Cuando la política sea un problema, habrá que preguntarse que concepto de política es el problema y como lo ve la otra persona. Teniendo esto claro, habrá que buscar las solución más conveniente.
A nadie le gusta un martillazo en el dedo gordo del pie cuando está tan tranquilo. ¿Verdad?
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